Confeccionado con cartón, goma eva, cartón corrugado, abrojo (velcro). Su utilización consiste en que cada niño tome su distintivo y lo ubique en el panal. De esta manera se estará reforzando su identidad y la de sus compañeros, la grafías que componen su nombre, el conteo a partir del registro de ausentes y presentes, entre otros.
Manos a la obra...
Este es un rincón de encuentro y aprendizaje donde podrán encontrar material dedicada a la primera infancia.
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lunes, 24 de junio de 2013
sábado, 22 de junio de 2013
jueves, 20 de junio de 2013
Micaela y el hada de la obediencia
Micaela y el hada de la obediencia
Éste es el país de los cuentos. Hoy Micaela ha llegado hasta aquí buscando algo, ¿qué será?
- ¡Hola, soy Micaela!
- Hola, respondió el ratón Brillo Dorado, mientras apuntaba en su libreta de notas con su gran lápiz también dorado.
- ¿Qué haces? - preguntó Micaela curiosa, acercándose al ratón.
- Tengo que anotar a todos los visitantes. Eres la visitante número 3.
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- ¿Número 3?, pensé que aquí venían muchos niños y niñas de todo el mundo.
- Tienes razón, en realidad ese es mi número favorito, ji, ji, ji, se rió Brillo Dorado.
- ¿Y qué haces por aquí?, este es un lugar muy lejano.
- Mamá me ha enviado, estoy buscando al Hada de la obediencia, necesito hablar con ella.
- Pues hoy es tu día de suerte, yo te llevaré - dijo Brillo Dorado.
Es así como juntos emprendieron el viaje. Subieron sobre unas nubes que los transportaron por el cielo y durante el trayecto adoptaban diversas formas, ¡eran hermosas!
Luego bajaron cerca de un río con aguas cristalinas, treparon sobre una hoja de eucalipto se dejaron llevar por las aguas hasta la próxima orilla, ¡Todo era muy divertido! Al final del camino había un castillo muy pequeñito, y Brillo Dorado dijo:
- Aquí es, ya llegamos, yo puedo entrar porque soy pequeño, pero tú necesitas pasar por la prueba de la humildad.
- ¿Cómo es eso? – preguntó Micaela.
- Sólo párate frente a la puerta y si tu corazón tiene dentro el sentimiento de humildad te harás pequeña y podrás entrar.
- ¿Y si no resulta?, tengo miedo Brillo Dorado –dijo Micaela.
- No te preocupes, eres una buena niña. Todo saldrá bien. Entonces Micaela se paró frente a la puerta del pequeño castillo y de pronto, como por arte de magia, se hizo tan pequeña que pudo entrar fácilmente.
- Qué bueno, ya estamos adentro, -se alegró Micaela-, vamos a buscar al hada de la Obediencia, amigo ratoncillo. En medio de un gran altar estaba el Hada, con una sonrisa hermosa.
- Hola, Micaela, ¿qué te trae por aquí?, -preguntó el Hada.
- ¿Cómo está usted, señora Hada?, necesito saber el secreto de la obediencia, pues me está resultando difícil ser obediente con mamá. - Es fácil, querida amiga. ¿Recuerdas las nubes que te trajeron y el río en el que navegaste hasta acá? Pues ser obediente es ser como las nubes que pasan adoptando la forma que el viento les da, son hermosas y pueden ir fácilmente a cualquier lugar.
También ser obediente es ser como el agua que fluye, que corre hacia abajo y llega al océano. El que es obediente tiene ventaja ante Dios, no es una tarea fácil pero te ayudará mucho a escuchar y aceptar las opiniones de los demás.
Luego le dio un abrazo a Micaela y salió por la ventana. Micaela en un abrir y cerrar de ojos ya estaba en su cuarto. Ese día había aprendido mucho.
FIN
Escuela de animales.
Escuela de animales.
Cuenta una historia de que varios animales decidieron abrir una escuela en el bosque. Se reunieron y empezaron a elegir las disciplinas que serian impartidas durante el curso.
El pájaro insistió en que la escuela tuviera un curso de vuelo. El pez, que la natación fuera también incluida en el currículo. La ardilla creía que la enseñanza de subir en perpendicular en los árboles era fundamental. El conejo quería, de todas formas, que la carrera fuera también incluida en el programa de disciplinas de la escuela.
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Y así siguieron los demás animales, sin saber que cometían un grande error. Todas las sugerencias fueron consideradas y aprobadas. Era obligatorio que todos los animales practicasen todas las disciplinas.
Al día siguiente, empezaron a poner en práctica el programa de estudios. Al principio, el conejo se salió magníficamente en la carrera; nadie corría con tanta velocidad como él.
Sin embargo, las dificultades y los problemas empezaron cuando el conejo se puso a aprender a volar. Lo pusieron en una rama de un árbol, y le ordenaron que saltara y volara.
El conejo saltó desde arriba, y el golpe fue tan grande que se rompió las dos piernas. No aprendió a volar, y además no pudo seguir corriendo como antes.
Al pájaro, que volaba y volaba como nadie, le obligaron a excavar agujeros como a un topo, pero claro, no lo consiguió.
Por el inmenso esfuerzo que tubo que hacer, acabó rompiendo su pico y sus asas, quedando muchos días sin poder volar. Todo por intentar hacer lo mismo que un topo.
La misma situación fue vivida por un pez, por una ardilla y un perro que no pudieron volar, saliendo todos heridos. Al final, la escuela tuvo que cerrar sus puertas.
¿Y saben por qué? Porque los animales llegaron a la conclusión de que todos somos diferentes. Cada uno tiene sus virtudes y también sus debilidades.
Un gato jamás ladrará como un perro, o nadará como un pez. No podemos obligar a que los demás sean, piensen, y hagan algunas cosas como nosotros. Lo que iremos a conseguir con eso es que ellos sufran por no conseguir hacer algo de igual manera que nosotros, y por no hacer lo que realmente les gustan.
Debemos respetar las opiniones de los demás, así como sus capacidades y limitaciones. Si alguien es distinto a nosotros, no quiere decir que él sea mejor ni peor que nosotros. Es apenas alguien diferente a quien debemos respetar.
Hace frío
Cuento sobre la solidaridad. Hace frío
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Papá y mamá habían juntado muchas ramitas suaves, plumas y hojas para armar un nido calientito para sus bebés, que nacerían en invierno.
Además, habían guardado tanta comida que podían pasar la temporada de frío como a ellos les gustaba: durmiendo abrazaditos hasta que llegara la primavera.
Un día, la nieve caía en suaves copos que parecían maripositas blancas danzando a la vez que se amontonaban sobre las ramas de los árboles y sobre el piso, y todo el bosque parecía un gran cucurucho de helado de crema en medio del silencio y la paz. ¡Brrrmmm!
Y entonces, un horrible ruido despertó a los que hibernaban: ¡una máquina inmensa avanzaba destrozando las plantas, volteando los árboles y dejando sin casa y sin abrigo a los animalitos que despertaban aterrados y corrían hacia cualquier lado, tratando de salvar a sus hijitos!
Papá Ardilla abrió la puerta de su nido y vio el terror de sus vecinos. No quería que sus hijitos se asustaran, así que volvió a cerrar y se puso a roncar.
Sus ronquidos eran más fuertes que el tronar de la máquina y sus bebés no despertaron. Mamá Ardilla le preguntó, preocupada:
-¿Qué pasa afuera?-
- No te preocupes y sigue durmiendo, que nuestro árbol es el más grande y fuerte del bosque y no nos va a pasar nada- le contestó.
Pero Mamá Ardilla no podía quedarse tranquila sabiendo que sus vecinos tenían dificultades. Insistió:
- Debemos ayudar a nuestros amigos: tenemos espacio y comida para compartir con los que más lo necesiten. ¿Para qué vamos a guardar tanto, mientras ellos pierden a sus familias por no tener nada?-
Papá Ardilla dejó de roncar; miró a sus hijitos durmiendo calientitos y a Mamá Ardilla. Se paró en su cama de hojas y le dio un beso grande en la nariz a la dulce Mamá Ardilla y ¡corrió a ayudar a sus vecinos!.
En un ratito, el inmenso roble del bosque estaba lleno de animalitos que se refugiaron felices en él. El calor de todos hizo que se derritiera la nieve acumulada sobre las ramas y se llenara de flores. ¡Parecía que había llegado la primavera en medio del invierno!.
Los pajaritos cantaron felices: ahora tenían dónde guardar a sus pichoncitos, protegidos de la nieve y del frío. Así, gracias a la ayuda de los Ardilla se salvaron todas las familias de sus vecinos y vivieron contentos.
Durmieron todos abrazaditos hasta que llegara en serio la primavera, el aire estuviera calientito, y hubiera comida y agua en abundancia.
martes, 4 de junio de 2013
El árbol de los problemas.
El árbol de los problemas
Un hombre contrató a un carpintero para que le ayudase a hacer reparaciones en su vieja granja. El primer día de trabajo presentó muchos inconvenientes: su cortadora eléctrica se estropeó, lo cual le hizo perder una hora de trabajo; además su camión, ya un poco viejo, se negaba a arrancar.
Ante este percance, el hombre que lo había contratado decidió llevarle a su casa. Casi no habló nada durante el recorrido, pero, al llegar a su casa, le invitó a conocer a su familia. Mientras se dirigían a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, tocando la punta de las ramas con ambas manos.
Cuando se abrió una puerta, ocurrió sorprendentemente una transformación. Su cara bronceada estaba llena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa. Posteriormente, acompañó hasta el coche a su empleador.
Éste, antes de despedirse, preguntó al carpintero acerca de lo que le había visto hacer en el árbol un rato antes.
--Oh, ése es mi árbol de los problemas --contestó--. Sé que no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa ni a mis hijos. Así que, simplemente, los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa. Luego, por la mañana, los recojo otra vez. Lo divertido es --concluyó sonriente-- que, cuando salgo por la mañana a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior.
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